RELATO Nº8, de Celia Alonso.
Gabriel y yo lo
habíamos hablado muchas veces. Hay mucha complicidad entre nosotros,
tanta que yo leo sus pensamientos y él se adelanta a mis sentimientos.
Aquella
noche nos volvimos a ver en una ciudad ajena a nosotros, todo lo que
nos rodeaba era nuevo, era lo que necesitábamos, ninguna cara conocida.
Sólos él y yo. Teníamos que aprovechar las pocas horas que teníamos para
poder saborearnos, después de semanas de cibersexo casi a diario, nos
hacía falta contacto físico. Y sabíamos que ese encuentro iba a ser
distinto a todos los demás, los dos lo queríamos, los dos lo
necesitábamos.
Decidimos
tomar una copa y charlar un poco. El mejor sitio: la cafetería del
hotel, una especie de pub decorado con mucho gusto en colores
sugerentes, luz ténue, blues como música de fondo y un camarero moreno,
alto y con voz muy sensual que nos ofreció acomodarnos en un sofá de
piel blanca y suave que estaba situado un rinconcito del local.
Estábamos solos así estaríamos muy cómodos, libres de miradas
indiscretas.
Mientras
nos dirigíamos hacia allí su mano izquierda apretó fuerte el cachete de
mi trasero mientras la mía rozó intencionadamente y con firmeza su
bragueta. En ese momento ya noté la dureza de su miembro. Hacía media
hora que llevábamos juntos y desde entonces sabía que estaba
empalmado al igual que yo tenía mis braguitas húmedas. Al sentarme en el
sofá mi faldita subió y dejó entrever el encaje de mis medias negras;
su mano se metió entre mis piernas buscando mi humedad en el instante en
que se acercaba el camarero con las copas, las colocó en la pequeña mesa
de cristal situada a nuestro lado y se retiró. Su lengua buscó la mía,
mientras su mano se humedecía de mi sexo. Y yo sobaba su erección por
encima del pantalón. Miré de refilón, quizás intencionadamente buscando
al guapo camarero a quien vi con sus ojos encendidos de deseo. Pensar
que alguien estaba excitándose mirándonos me puso a cien. Gabriel notó que
mi excitación había aumentado y sugirió que había llegado el
momento de subir a la habitación.
Abrí
la puerta marcada con el número 327. Gabriel me seguía muy de cerca. Al
cerrar me cogió fuertemente del brazo derecho y me dio la vuelta sin
darme tiempo a reaccionar. Metió tu cabeza entre mi pelo lamiéndome
la nunca y el cuello, susurrándome las veces que había soñado ese
momento. Las palmas de mis manos pegadas a aquella pared color cereza
estaban inmóviles. Un pañuelo de seda negra con el olor de su perfume
impregnado tapó mis ojos, mientras me susurraba "quiero que mi hembra
disfrute como nunca". Sus
manos me guiaron hasta la cama tumbándome y su boca bajó hasta mi sexo.
Sus dedos hurgaban mis entrañas mientras su lengua buscaba mi clítoris.
Él sabía perfectamente lo que a mí me gustaba y yo me dejaba hacer,
retorciéndome de gusto. No veía nada sólo sentía el placer que él me
estaba proporcionando.
Una boca se acercó a la mía besándome con suavidad, entreabriendo mis labios buscando mi lengua.
Realmente esa noche iba a ser especial.
Se
estaba cumpliendo eso con lo que había fantaseado tantas veces. Pero...
¿quién era el que acariciaba mis pechos pellizcando mis pezones
suavemente? Ahora necesitaba ver para poder seguir disfrutando más y más
de lo que estaba ocurriendo. Poco a poco me desprendí del pañuelo que
tapaba mis ojos y descubrí que quien me comía la boca con tanta ansiedad
era el camarero que hacía media hora me había calentado en extremo.
Me
gustaba el juego. Tenía dos hombres a mi disposición, sus manos, sus
bocas, sus miembros erectos eran para darme placer extremo y lo estaban
consiguiendo.
Mi
sexo estaba totalmente lubricado, mi vagina húmeda deseaba más. Gabriel
se apartó un poquito de mí dando paso para que nuestro acompañante
pudiera penetrarme. ¡Ahh... su gran miembro entró perfectamente dentro
de mí! Sus embestidas eran lentas y profundas. Mientras Gabriel se
masturbaba mirando cómo su hembra disfrutaba de esa estupenda ración de
sexo. Mi lengua ansiaba degustar una vez más su pene. Se acercó y me lo
ofreció. Mmm cada embestida del camarero hacía que mi boca se llenara
acompasadamente, mordisqueándolo, saboreándolo y chupándolo como nadie
se lo había hecho jamás. Le miré a la cara, esa cara que me encantaba
mirar cuando estaba totalmente excitado y mi ansia se convirtió en jadeo
y llegó un orgasmo largo e intenso.
Tomé
las riendas de la situación. Me apetecía cabalgar encima nuestro
invitado. Le sugerí que se tumbara boca arriba y me dejara hacer. Clavé
su verga erecta dentro de mí muy fuerte, muy profundo; mientras le
rozaba con mis pechos él buscaba mis pezones con su boca. Gabriel se
situó detrás de mí. Empezando por mis hombros fue bajando lentamente por
mi espalda hasta llegar a mis nalgas. Sus dedos buscaron la abertura y
entraron suavemente dilatándome. Nuestro compañero estaba disfrutando,
pero más aún nosotros haciendo realidad esa fantasía tantas veces
pronunciada. Gabriel sacó sus dedos de mí y poco a poco fue penetrándome
por detrás con su miembro. Estaba siendo penetrada por ambos. El ritmo
acompasado de los tres empezó suave y fue subiendo de intensidad. Me
sentía llena, intensa, exultante, húmeda.... El climax nos llegó a los
tres a la vez.... mágico, intenso, salvaje.
Cuando
abrí los ojos Gabriel me rodeaba con sus brazos mirándome con amor. Ese
día los dos dormimos exhaustos muy abrazados en un lateral de la cama.
El otro estaba empapado del nectar divino que mi sexo había eyaculado.RELATO Nº6, de Mónica Barri
Llegamos a casa con la compra. El
tiempo justo para dejar las bolsas y antes que me diera cuenta, me encuentro
atrapada entre sus brazos. Sus ojos claros no apartan la vista de mis labios.
Se va acercando despacio hasta rozarlos. Siento sus ganas de besarme. Sus
labios se juntan con los míos, nos fundimos en un cálido, caliente y apasionado
beso. Nuestras lenguas se enredan como si fuera la primera vez, mordisqueo su
labio inferior y tiro de el. Me gusta jugar con sus labios, carnosos,
calientes, están húmedos. En un ágil movimiento
me encuentro atrapada entre la pared y el. Sus manos en mi cintura me
van atrayendo hacia el, sintiendo como su sexo se va poniendo mas duro debajo
de su pantalón. Paso mis manos por su pelo, me gusta el tacto de su piel. Le
acaricio la nuca suavemente, haciéndole estremecer. Seguimos besándonos, mis
dedos rozan el lóbulo de la oreja, sus labios, su cuello. Mis besos dejan sus
labios para seguir en el lóbulo de la oreja, pasando mi lengua por ella,
sintiendo su respiración cada vez mas acelerada, sintiendo como se va excitando
mas. Sigo pasando la lengua por su barba de dos días, hasta llegar a su cuello,
donde lo mordisqueo y aprieto fuertemente con la lengua. Mientras sus manos se
van deslizando por debajo de mi camiseta, acariciando mis pechos por encima del
sujetador, sintiendo como los pezones se van poniendo cada vez mas duros con el
simple roce de sus dedos. Mis manos hacen el
mismo camino en su cuerpo, los aprieto y tiro de ellos. Nuestros labios
se encuentran de nuevo. Una de sus manos sigue en el pecho jugando con el,
mientras la otra se desliza por la tripa hacia abajo, hasta llegar al pantalón.
Hábilmente suelta el cinturón, desabrocha el botón y muy despacio baja la
cremallera. La mano se desliza dentro del pantalón, llegando al tanga ya muy
mojado. Los dedos hábiles se van haciendo hueco para llegar hasta mi sexo,
húmedo, caliente y muy excitado. Están calientes, buscan mi clítoris y no le
cuesta encontrarlo. Para de besarme y de tocarme el pecho, para poder mirarme
como me voy estremeciendo por el contacto de sus dedos en mi sexo. Hace
movimientos circulares, suaves y de pronto siento uno de sus dedos dentro de mi
y en un momento tengo otro. Entra y sale, jugando con mi clítoris y en mi
interior. Jadeo de gusto y la respiración se me va acelerando mas. Me sigue
mirando, pidiéndome que se lo de, que le regale uno de mis orgasmos. Al oír
estas palabras no me cuesta nada en dárselo. No baja el ritmo, por que quiere
que le de otro y este tampoco tarda en llegar. Ahí de pie, atrapada entre la
pared y su cuerpo, las piernas me empiezan a temblar, toda excitada pero con
ganas de tenerlo dentro de mi. Mis manos bajan hasta su pantalón, los
desabrocho, bajo la cremallera despacio y en un movimiento rápido los bajo
junto a los boxers. Ahí esta su sexo, bien erecto, duro, caliente y ya empiezan
a asomar las primeras gotas de semen. Paso una mano por todo su sexo, hasta
llegar a los huevos, los aprieto y tiro suavemente de ellos. Suspira y gime
profundamente.
Le doy un beso en los labios y muy despacio voy bajando
apoyándome en la pared. Mirándole a los ojos. Estoy en cuclillas delante de su
sexo, todo expuesto para mi. Lo cojo con una mano, acerco mis labios y paso la
lengua por su sexo, recogiendo las gotas de semen que van saliendo. Esta
caliente y me gusta su sabor. Va entrando despacio en mi boca, envolviéndolo con mi lengua,
sintiendo su calor, su sabor. Entra y sale de ella sin parar. Gime de placer.
Le miro desde abajo a los ojos, siento y veo en ellos, que cada vez esta mas y
mas excitado. Sigo chupando y lamiendo su sexo sin dejar ninguna zona sin
recorrer. Esta a punto de darme toda su leche caliente. De pronto me coge por
los brazos, tira de mi, poniéndome de pie, me baja y me quita los pantalones.
Me sube encima del mueble de la entrada y se coloca entre mis piernas. Su sexo
roza con el mio. En un movimiento rápido entra dentro de mi. Los dos gemimos de
placer, la respiración va al unisono, las lenguas se enredan de nuevo,
mordisqueando los labios. El ritmo va aumentando cada vez mas y mas. Bombeando
dentro de mi, sin parar. Los dos llegamos al mismo tiempo en un orgasmo
intenso, placentero, que nos hace estremecer todo el cuerpo. Invadiéndome con
toda su leche caliente, en mi. Nos quedamos así un buen rato, aun dentro de mi,
sintiéndonos, abrazados, besándonos, rozándonos, mirándonos.
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